Manuel Malaver
Parece ser que de nuevo los problemas del Secretario General de la OEA, Luis Almagro, para lograr que la Asamblea General apruebe la suspensión del régimen de Maduro como miembro del organismo (lo cual sería la conclusión del proceso de activación de la CD contra el dictador), no vienen tanto de la reunión de los votos que se necesitarían para tal fin, como de vacilaciones, confusiones y divisiones que surgen otra vez en el seno de la oposición democrática venezolana, que es la parte interesada cuyo pedido atendería la OEA.
Para comprobarlo, me detendrían en llamar la atención en las diferencias que se perciben cuando Almagro define al régimen de Maduro y, en cómo, lo conceptúa, Julio Borges, presidente de la Asamblea Nacional, Secretario General del partido, “Primero Justicia”, y el primero o segundo dirigente de la oposición venezolana.
Decía, Almagro, ayer en una reunión que se realizó en la OEA, Washington, para discutir la crisis de los derechos humanos en Venezuela: “En Venezuela hay una dictadura que no ofrece garantías legales a ningún ciudadano y todos necesitan justicia y paz para que su voz sea escuchada”.
Acusación que sería sobre la que tendría que pronunciarse el pleno de la Asamblea General de la OEA, y que, confirmada, produciría la expulsión del gobierno de Maduro de la organización, y negada, mantendría su permanencia.
Pero, al parecer, no es la que defiende, Julio Borges, quien en un discurso pronunciado ayer también en la Asamblea Nacional para iniciar un debate sobre la propuesta de Almagro de reiniciar la reactivación de la CD contra Maduro, afirmaba que el único interés de Almagro y la OEA en volver a interesarse en el problema de Venezuela y Maduro, “no era para propiciar la expulsión del gobierno de Maduro del organismo, sino para exigirle la realización de elecciones libres y cuanto antes”.
En otras palabras que, Borges, esquivó la definición del gobierno de Maduro “como una dictadura” que hizo Almagro y, puede decirse que se conformó con acusarlo de un “mal menor”: de un gobierno se niega a celebrar elecciones.
Y digo “mal menor”, porque una semidemocracia, una semidictadura, o una dictadura, pueden realizar elecciones, y por eso no deja de ser una dictadura.
Además, los dictadores que hoy destruyen a Venezuela, no son tan torpes para decir que no van a hacer elecciones, aún más, pueden decir, que las van a hacer mañana mismo, y con tal argucia detendrían todas las acciones e iniciativas de Almagro para que la OEA le aplique la Carta Democrática y lo expulse de su seno.
Pero mi reflexión sobre Almagro, la OEA, la Carta Democrática y Julio Borges va otro punto –quizá el más importante del artículo-y paso a desarrollarlo: tengo el pálpito que al mostrarse tan esquivo en la definición de la satrapía de Maduro y limitarse a decir que es un gobierno que “no quiere hacer elecciones”, Julio Borges, no quiere molestar a otros partidos de la oposición que no compartirían su definición en caso de que coincidiera con la de Almagro, y saldrían a romper la unidad opositora en la Asamblea Nacional y ahí sí que volveríamos a la situación del frustrado diálogo de noviembre del año pasado, cuando dos partidos de oposición, UNT y “Avanzada Progresista”, arrastraron a un fracaso anunciado a una mayoría de partidos opositores, que, por no romper la unidad, cayeron en la trampa de fortalecer a Maduro.
En otras palabras que, es posible que se estén cometiendo errores que ya se cometieron hace pocos meses, y con los mismos actores y los mismo resultados: Maduro para el 2018 y con el método electoral nicaragüense: elecciones presidenciales pero con un solo candidato… o con tres candidatos, pero todos del gobierno.