Héctor Núñez
Preámbulo: Es bueno recordar que el nombre completo de ese país es Estados Unidos de América (United States of America), porque en Norteamérica hay otro país que se llama Estados Unidos (Mexicanos). Sin embargo, el uso corriente elíptico es simplemente Estados Unidos.
En un artículo anterior (Hablemos del imperialismo) se mencionó de paso a Estados Unidos.
Los comunistas chavistas no se cansan de despotricar del imperio norteamericano, pero evitan cuidadosamente las comparaciones con otros imperios, como el Ruso y el Chino.
El sicópata narciso maníaco-depresivo Hugo Chávez (no lo digo yo sino seis siquiatras) hablaba maravillas de China porque sus amigos chinos le prestaban grandes sumas de dólares estadounidenses (no Yuans). Lo que Chávez callaba era que China no estaba regalándole nada a Venezuela y que exigía el repago de cada céntimo prestado, más sus correspondientes intereses, pero como Chávez no tenía dinero, accedió a pagarle con petróleo a un precio reducido. Así es como Venezuela está comprometida a enviarle a China durante 20 años, 100 mil barriles diarios de petróleo.
Además de pagarle toda la deuda, Venezuela se comprometió a comprarle a China, vehículos, autobuses y una amplia gama de equipos industriales y repuestos. Pero esto no era todo. También, en agradecimiento, había que darle, a dedo, onerosos contratos de construcción. ¿Qué hacían los chinos? ¿Empleaban y entrenaban a personal venezolano? No. Se traían hasta su personal obrero.
En cambio, el odiado imperio le compra a Venezuela, y paga de inmediato, entre 300 mil y 400 mil barriles diarios, sin descuentos, al precio del mercado mundial.
Lo otro que los comunistas ocultan cuidadosamente es que en sus concesiones petrolíferas Estados Unidos construyó ciudades como Quiriquire, Jusepín, Temblador en Monagas y otras en el Estado Zulia, pero lo más importante ocurrió en Guayana donde la Iron Mines construyó El Pao, y la Orinoco Mining Company construyó Ciudad Piar y lo que hoy es el orgullo nacional: Puerto Ordaz.
Todas las empresas estadounidenses del país tenían un Economato, llamado Comisariato, donde los trabajadores podían comprar víveres a precios muy bajos.
Las casas, de construcción sólida, eran amplias y cómodas y la compañía no solo se las asignaba a los trabajadores completamente gratis sino que, también gratuitamente, las dotaba de luz (que nunca fallaba) y de agua potable que era cuidadosamente tratada.
Todas las empresas estadounidenses del país tenían un Economato, llamado Comisariato, donde los trabajadores podían comprar víveres a precios muy bajos. Por supuesto, había queso. Lo que no había eran “quesos”, de los otros.
Como había que exportar parte de la producción de hierro, la empresa dragó el río Orinoco para permitir el ingreso de barcos de gran calado.
Como si fuera poco, la Orinoco Mining asumió todas las funciones que normalmente corresponden a una Alcaldía Municipal: pavimentación de las calles, construcción de aceras, instalaciones deportivas, escuelas para los hijos de los trabajadores totalmente dotadas y con útiles también sin costo para los niños, hospitales, centros de capacitación, clubes sociales, plazas llamadas Centros Cívicos, con iglesia y todo, edificios para oficinas, aseo urbano, bomberos y vigilancia con patrullaje diurno y nocturno. Así, Puerto Ordaz se convirtió en la ciudad más moderna y mejor planificada de Venezuela.
La compañía le asignaba primera prioridad a la seguridad y a la prevención de enfermedades profesionales de sus trabajadores. Los estadounidenses eran muy informales (yo, por ejemplo, solo llamaba “Señor” a los jefes de la tercera edad; le daban gran importancia a la capacitación y su trato con el personal venezolano era amable y preciso.
La Orinoco Mining no tenía deudas de ninguna clase y pagaba puntualmente las facturas de sus proveedores.
Éramos 2.800 trabajadores y producíamos 20 millones de toneladas de hierro anuales. ¿Y ahora? Son 8.000 y producen menos. (Este es el método de los señores Chávez y Maduro para disminuir el desempleo).
Al fin, el ex presidente Carlos Andrés Pérez decidió cancelar la concesión a la Orinoco Mining Company y la compañía empezó a venderles las casas a sus trabajadores a precios bajos y a crédito, sin intereses. ¿Cómo reaccionó la compañía ante la decisión de expropiarla? ¿Demandó a Venezuela ante tribunales internacionales? Nada de eso. Se fue tranquilamente y le regaló las ciudades a nuestro país.
Epílogo: Por todo esto, yo me declaro “pitiyanqui”, Es decir, no soy ni “pitichino” ni “pitirruso” ni “piticastro”.
Vía Correo del Caroní.