En menos de 24 horas el presidente Maduro, y la calificadora de riesgo china, Dagong Global Credit, barrieron con la poca estima que le quedaba a la economía venezolana. Por el primero nos enteramos la noche del martes “que las dificultades son muy severas”; y la segunda decidió ayer rebajar la calificación de la deuda nacional de BB+ a BB- “con panorama negativo”.
Ahora bien, no se trata de las opiniones de individualidades o entes que estén jugando al colapso de la economía, o relamiéndose en el oficio que hasta muy poco tiempo se conocía como “profetas del desastre”.
No, al contrario, Maduro había negado hasta el martes que hubiera una tal crisis y más bien atribuía “las dificultades” a una conspiración de la derecha que podía revelarse, bien en la “guerra económica”, o en el “contrabando”.
El problema es que, pasó “la guerra económica”, está a punto de terminar la “lucha contra el contrabando” y Maduro sabe mejor que nadie que le crisis no amaina, sino que se profundiza.
En cuanto a la calificadora de riesgo china, debe señalarse que es un organismo relacionado con un gobierno con el cual Venezuela acumula una deuda de casi 40.000 millones de dólares, y que, según todos los pronósticos, vuela a convertirse en los próximos meses en nuestro primer acreedor.
¿Qué busca entonces Dagong Global Credit? ¿Alertar al gobierno de Xi Jinping para que detenga o aminore el endeudadamiento, subir los intereses o proveerse de mejores garantías en caso de que la presión de la administración Maduro “por más dólares” siga en aumento?
La respuesta podría estar en cualquiera de las preguntas o en las tres, si bien una u otra solución deja una evidencia: Venezuela está quebrada, y ya sus acreedores no se fían de su capacidad de pago, sino en la garantías de sus activos.