Maduro encontró ¡al fin! la guerra en la cual desplegar sus inmensas capacidades militares, “el genio” que no le reconocen Padrino López, Diosdado Cabello y, mucho menos, «el mal hablado e insultador de oficio», Ramos Allup.
Pero no se piense que el “Comandante en Jefe” y exlíder autobusero, esté movilizando sus ejércitos contra el odiado Imperialismo Yanqui que está a dos horas de distancias, ni tampoco contra países fronterizos como Colombia y Guyana -que no quiere y donde no lo quieren-, y que tomaría con solo cruzar sus fronteras.
No, Nicolás Alejandro clama por escenarios más lejanos y complejos, donde, “sus generales” Benavides, Zavarce y Reverol y la Almiranta, Carmen Meléndez, hagan brillar las glorias de este gran capitán que hará arrodillarse imperios, principados y naciones.
Y se fue al Mercosur, a enfrentarse a los presidentes de Brasil, Argentina y Paraguay que se niegan a entregarle la presidencia de la organización al jefe de un Estado forajido que, se vanagloria que la tomará “por la fuerza”, si insisten en rechazarlo.
Y por más risible que resulte la amenaza, podría general alguna preocupación si, como es de esperar, Maduro cuenta con apoyos entre grupos terroristas, bandas de narcotraficantes, colectivos y pranes con los cuales tiene en jaque a Venezuela.
Pero nada que traspase las fronteras nacionales, porque, metros más allá, todo el mundo sabe que se trata de un hablador de paja que, como su antecesor Chávez, solo hace guerra virtuales, en los estudios de televisión de Miraflores, o locales cerrados, cerradísimos, donde lo que sobra son el aire acondicionado y galones de papelón con limón.
Eso si, sin desprenderse de su cancillería, Delcy Rodríguez, una pigmea física y mental que es la única persona de su entorno que repite sus bolserías sin inmutarse.