Escribo estas notas en vivo, minutos después de regresar de las manifestaciones (de la de la oposición, la Toma de Caracas, en extenso, pero también de la del chavismo), y mientras escucho en vivo a un despechado, enguayabado, Nicolás Maduro, quien no se atreve a transmitir su discurso en cadena nacional de radio y televisión, y con buenas razones para ello: como hizo el 6 de diciembre, en las elecciones legislativas, Maduro volvió a retar al pueblo venezolano… Y el pueblo venezolano volvió a darle una lección histórica.
El chavismo está muerto. Retiene el poder por una formalidad, porque controla las instituciones, pero hace rato que ya no está en los corazones de la gente. Puede Maduro cerrar las autopistas que llevan a Caracas; puede amenazar, como volvió a hacer unos minutos atrás, a la dirigencia opositora que fue la que organizó la Toma de Caracas.
#sept Este es el vídeo impresionante de la #TomadeCaracas que les duele al régimen . pic.twitter.com/FjJFbfKYEN
— Místerpopo celestial (@antenax2) September 1, 2016
Puede, como Hitler en abril de 1945, anunciar contraofensivas fulminantes. Pero las caras de sus seguidores, las menos de 3.000 personas que se juntaron en la principal avenida de Caracas a oírlo y que mostraban su desgana, su cansancio, son imposibles de ocultar.
En una tarima cercana a la principal, un orador preguntaba: “¿Dónde está la gente de Conviasa?” Y le contestaba un grupito. Seguía: “¿Dónde está la gente del Ministerio de Transporte?”. Otro grupito respondía, en una demostración palmaria de que lo poco que le queda al chavismo para movilizar son empleados públicos. Y que muchos de ellos estaban obligados allí.
En las marchas de la oposición, en la Toma de Caracas, en cambio, miles y miles de personas desbordaron todas las calles, e incluso desbordaron las calles de acceso a estas calles. Maduro se ufanaba de que “a Libertador no pasaron”. Pero las manifestaciones no entraron al municipio más grande de Caracas: Salieron de allí, llenaron sus calles, sus avenidas, y esta fue otra derrota para el presidente venezolano.
La oposición, en tanto, anuncia ofensiva real, tiene más fuerza después de esta manifestación multitudinaria y gigantesca. Esta noche cacerolazo; dentro de una semana, manifestación hacia el CNE; en 14 días, una retoma de todas las capitales del país. Si Maduro, Jorge Rodríguez y los que lo rodean pretendían contrarrestarlo hoy, fracasaron de medio a medio.
A veces, uno se pregunta por qué el Gobierno de Maduro es tan torpe. La respuesta se encuentra en sus propios antecedentes, y en la gente de la que Hugo Chávez se rodeó durante todos sus años como presidente. Chávez nunca quiso liderazgos alternativos al suyo; en consecuencia, quienes progresaron dentro de su partido fueron los más obsecuentes, los más corruptos, los menos talentosos.
El propio Maduro no está allí por ser considerado por Chávez como el más brillante de sus seguidores: muchos opinan que Chávez, un eterno optimista, pensó hasta el final que iba a derrotar al cáncer que finalmente se lo llevó, y que Maduro era el que le prometía mejor devolverle el poder en ese escenario.
Maduro anuncia capturas de campamentos paramilitares, planes para colocar bombas, y el libreto, de tan gastado que está y de tan poco liderazgo que tiene el presidente, termina causando una mueca de cansancio hasta en sus propios seguidores.
Y si antes de este #1S no tenía fuerza para doblegar a la oposición, hoy tiene menos. Lo que le viene es un deslave en su propio partido, muchos de cuyos miembros, ahora, se deben estar preguntando si se inmolarán con un dirigente inculto, intemperante y errático que en mala hora llegó al poder, gracias al omnipotente dedo de un ególatra moribundo.
Pedro García Otero
El autor es periodista español y el editor del PanAm Post en español